musaraña


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Una de cada lado, y no tan lejos

Mi comienzo fue aquí, hace 6 años. El de ella es ahora, pero del otro lado.

Cuando nació, era un pequeñajo lleno de pelo negro, fea como todos los bebés recién nacidos, pero de una ternura inmensa, como todos los bebés recién nacidos. Hasta ese día, el 15 de febrero de 1996, yo había sido la última en nacer, era por tanto la más pequeña, la que no había vivido ese gran acontecimiento de una familia que es el nacimiento.

Yo no sabía lo que era un bebé, cargar un bebé, sentirlo. Por eso sobre todo es que la quiero tanto. Porque es la primera persona de mi vida que recuerdo desde que nació, y que he visto, en parte desde lejos, crecer.

Llevo 25 años despertándome para ver el mar, sea la costica de Alamar o el Malecón. 25 años sin perderme jamás entre tanto edificio de microbrigada, cruzando el Túnel de la Bahía, desandando 23, y se lo dije un día, si me voy, lo extrañaría demasiado, tanto, que tendría que regresar corriendo. A lo que respondió: “eso no lo sabes, nunca te has ido”.

Ella lleva 18 años entre Cuba, una pequeña España y Miami. Pocas cosas sé de su día a día: que por las noches se va al McDonald por un batido de helado, que le gustaba (no sé si todavía le gusta) manejar por la Subway Express. Sé además que le encantan Woody Allen y Cristina Yang.

Hace poco me dijo por el chat de Facebook que se estaba decidiendo por el periodismo. Que le gustaba la idea de ir por el mundo haciendo o produciendo documentales, como los channels de National Geographic, que le gustaba la antropología. Me emocioné tremendamente. Lo disimulé mejor. Me dio tristeza. Esas no son noticias de chat, ni siquiera de llamadas. Suerte que mi tristeza no mató mi emoción.

Abro mi muro del Facebook -¡otra vez Facebook!- y me encuentro esto:

daniela

Mi comienzo con el Periodismo fue aquí, hace 6 años en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. El de ella, mi prima, es ahora, en la en la Universidad de Florida, en Tallahassee. Algo me dice que después de once años a cada lado del Estrecho de la Florida, puede que no hayamos estado tan separadas. En algo me consuela.

Yo, de romántica que soy, lo que quiero ahora es poder abrazarla infinitamente.


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Lo que hacemos en Facebook

Peligro. Creo que estamos ante una ola de lo que llamaría usos “inteligentes” de Facebook. Ahora resulta que por colgar una foto en plan fiesta, o compartir una postalita con dibujitos animados y frasecita chula, o abrir la galleta de la fortuna, eres vaya, de los que usa Facebook pa´ la bobería.
Lo digo por unas fotos de moda que colgó una muchacha en su muro, y que suscitó a mi lado un comentario tal como “¿quién es ella? ¿de dónde es? Mira lo que puso.”
¡Oh, sacrilegio! como diría Darío.
Antes Facebook tenía mala reputación. Ejemplo clarísimo: entrabas al laboratorio, y si veías a alguien en Facebook te molestabas, porque tú querías conectarte para algo realmente importante y, además, andabas apurad@.
Y ahora, con todo esto de las TIC y los nuevos conceptos aprendidos de las redes sociales como medios, como navegadores; con toda esta filosofía de que Facebook es para consumo y uso de las páginas de Cubadebate, la BBCmundo, El País, el Washington Post… Estamos ante una posición elitista, y entonces aquellos pobres que no pinchan me gusta en los medios mencionados son unos ignorantes salidos-de-dónde, inmaduros tecnológicos.
Tanta teoría nos está haciendo daño.
Que cada cuál haga lo que le dé la gana en su Facebook, y que nadie juzgue por eso, por favor.
Nota aclaratoria: hablo solo de Facebook porque de Twitter no sé ni pescado frito, como diría mi bisabuela holguinera de 93 años.